CORREO: Como contaminan las Termoeléctricas
Lucio Cuenca Berger
Director
Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales
Aún antes de ingresar su Estudio de
Impacto Ambiental (EIA), el proyecto termoeléctrico Octopus ya está
contaminando a la comuna de Bulnes. Las empresas que están detrás de la más
grande de estas industrias que conoce el país y que pretende emplazarse en una
zona eminentemente agrícola, abrió en la Escuela Los Tilos G 318, la más
próxima al lugar escogido para instalar el proyecto, un concurso para ponerle
nombre a la Termoeléctrica.
El certamen se desarrolló y tuvo su
ganador, y el gerente de la empresa proponente, en persona, fue a entregarle el
computador de premio. Además, aprovecharon la ocasión para regalar un proyector
y ofrecer un patio techado. Esto es interesante, porque da cuenta de que
las empresas ya asumen que este tipo de proyectos será resistido, y que sus
argumentos técnicos no podrán garantizar que harán bien las cosas, de modo que
tienen que desplegar mecanismos para lograr el favor local. Pero es más
interesante aún porque esta forma de operar no consiste solo en comprar la
conciencia de la gente con dinero, sino que se promueve un involucramiento
comunitario, se apuesta a que el nombre surgido tendrá una carga emotiva e
identitaria que a ningún equipo creativo se le ocurriría en Santiago, pero que
además contará con la legitimidad para un grupo de niños y niñas del
territorio, y a través de ellos, con sus familias, de modo que ya comienza la
contaminación social.
Esta conducta de la empresa se
enmascara en las prácticas de Responsabilidad Social Empresarial, haciéndonos
creer que estas donaciones se convertirán luego en un filtro de NOX, o
protegerán los cultivos de la lluvia ácida, o amainarán el infernal ruido que
producen estas instalaciones, o serán vales para canjear agua cuando ya no
haya. Cuestiones que realmente debieran enfocar todos los esfuerzos de la
empresa si quisiera ser socialmente responsable.
Pero no seamos injustos, esta
estrategia no es exclusiva del proyecto Octupus, es así como entran todos los
megaemprendimientos a los territorios, así van comprando voluntades, sembrando
el conflicto entre vecinos o en las familias, incubando el rencor y la
desesperanza. Es así como instalan aquello de “no se puede luchar contra el
dinero”, o peor aún “¿por qué nosotros tenemos que seguir atrasados mientras
todo Chile progresa?” y luego, a merced de esos cantos de sirena, los
territorios van cayendo en la trampa del “desarrollo prometido”. Y es que
¿quién no quiere un proyector en su escuela, o un patio techado? El deseo es
sumamente legítimo, el problema es que esas tareas las debe asumir el Estado,
pues si él no lo hace, deja espacio al sector privado para seguir cambiando
espejitos de colores por oro, o en este caso, computadores por contaminación y
muerte.
Afortunadamente hoy cunden los
ejemplos de comunidades que han sabido aprender de las experiencias de los
otros, y se han mantenido firmes en la defensa de la vida, el agua, la
identidad, la tranquilidad, la salud, el medio ambiente. El pueblo de Totoral, Pichidegua,
Toquihua, Freirina, Valdivia, Mehuin, en fin, por todo Chile los computadores y
las mejoras en infraestructura que le regalan a las escuelas no han servido
para anestesiar el respeto a la propia forma de vida y al ecosistema que nos ha
permitido heredarla generación tras generación. Las diversas localidades de
Bulnes están demostrando que están en esta línea, y que muy pronto engrosarán
la lista de comunidades dignas que supieron reactivar sus dinámicas colectivas,
organizarse y retomar el control de sus vidas y de la vida de su entorno.
CORREO: Como contaminan las Termoeléctricas
Revisado por Jorge Troncoso Navarrete
en
6/06/2013
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